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XLIX Dulce hermandad
Reino de Arkhamis

El llanto de Lis poco a poco menguaba bajo la tenue luz que llegaba a la pequeña estancia de los equinos. Las fuerzas de su amado caballo se habían agotado la noche anterior y había partido de este mundo en la tibieza del establo donde había vivido diez años, acompañado de dos fieles siervos, pero muy lejos de quien más amaba.

—Yo aprendí a cabalgar con su madre y la acompañé cuando él nació... —contó ella, aferrada todavía a las ropas de Desz—. Era de noche y Riu me ayudó a escapar del palacio... Verlo llegar al mundo fue una experiencia incomparable y lloré de la emoción... Yo apenas tenía ocho años y lo escogí para que fuera mi compañero... crecimos juntos, pero lo abandoné...

El llanto se intensificó y Desz seguía sin saber qué decirle. Sólo era un caballo. Él se había alimentado de algunos caballos, su sangre no era tan buena como la de los cerdos, demasiado amarga para su gusto. Ese era el vínculo más íntimo que compartía con ellos. Siguió abrazándola, eso era
NatsZ

El horror ha seguido a Lis y Desz a Arkhamis. ¡Gracias por leer!

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