Reino de Nuante
Pese a lo silencioso que era Desz por naturaleza, apenas salió del lecho, Lis se despertó de un brinco y miró nerviosamente en todas direcciones, con expresión de pánico. No le perturbaba haber dormido junto a un hombre, o bestia en este caso, sino que las visiones de la araña gigante volvieron a acosar su memoria.
—¿Cómo harás para sacarla del palacio? —preguntó ella— ¿Acaso puedes controlarla?
—No. Planeo usarte de carnada —musitó con evidente diversión.
Lis no estaba dispuesta a seguir siendo objeto de las burlas de la criatura. Suficiente vergüenza había tenido con invadir sus aposentos por el terror que la embargaba. Salió del lecho en completa calma y caminó hasta la puerta con toda la elegancia y dignidad que la caracterizaba.
—Bien. Iré a vestirme apropiadamente y a desayunar. No quiero morir con el estómago vacío.
Desz sonrió, mirando el lecho en el que por primera vez una mujer lo había acompañado a dormir.
Mientras comía una pieza de pan en la cocina, Lis