Reino de Galaea
Envuelta en la suavidad de las sábanas, Lis deseó no haber abierto los ojos. Se mantuvo quieta, acurrucada como un insecto dentro de su capullo, incapaz de olvidar quién había sido y negándose a enfrentar quién era ahora.
Así estuvo largo rato, perdida en sus inútiles pensamientos. ¿De qué servía divagar sobre una decisión que ya había tomado? Era como resistirse a ser entregada como ofrenda mientras ya iba en el carruaje camino a Nuante, un sufrimiento inútil para, al final, acabar agradeciendo por lo que parecía un infortunio del destino. Tal vez así sería también esta vez y de su profundo pesar brotaría la más reconfortante dicha.
Sabiendo que se sostenía en ilusiones más que en certezas, emergió por fin de entre las sábanas.
—¡Riu! ¿Desde cuándo estás aquí?
Sentado en el borde del lecho, el joven la recibió en sus brazos.
—Llegué ayer. ¿Desde cuándo duermes tanto, Lis? ¿Qué vida es esta que llevas, si prefieres pasártela en tus sueños?
Ella nada dijo, sólo se ac