Reino de Uratis
El rey Anoreq miraba por el balcón de la torre más alta de su palacio. A lo lejos, una comitiva de Karades se acercaba y él la aguardaba con el corazón firme y el ánimo resoluto. Lo que debía suceder, sucedería.
La cooperación con el rey de los Tarkuts no había resultado como esperaba, el uratita que seguía a Desz y a la reina jamás regresó de Karades. Era difícil creer que el Tarkut lo hubiera traicionado, algo más había pasado. Y acabó descubriéndolo de quien menos esperaba, un guerrero balaíta enviado por Ulster. Karades estaba bajo el dominio de los Dumas y ya debían estar por todo Uratis también.
No tenía miedo, el que nada hacía nada debía temer. Estaba en paz y, si moría, así partiría a la eternidad.
La comitiva llegó al palacio. Precedía a todo un ejército, muy superior al suyo. No era una visita, era la guerra. Anoreq saludó a la reina Dan-Kú con una reverencia. Junto a ella venía el rey también.
—He alabado tu sensatez cuando nos conocimos, rey Anoreq. Espe