Elizabeth entró a la cocina y encontró a Denis junto a tres empleadas más, cada una ocupada en sus labores.
—Buenos días.
Las saludó, pero ninguna respondió. Solo Denis la miró con algo de enojo y arqueó las cejas.
Sin inmutarse, Elizabeth fue hasta el refrigerador y comenzó a sacar lo necesario para preparar la sopa, colocando los ingredientes sobre el mesón. Se movía con lentitud; el yeso le restaba movilidad.
Puso agua a hervir en la olla mientras las empleadas intercambiaban miradas, confundidas. Nunca antes una mujer ajena al servicio había entrado en esa cocina, mucho menos para cocinar. Sin embargo, ignoraron su presencia y continuaron con sus tareas.
Elizabeth llevó las verduras a la tabla e intentó picarlas, pero hacerlo con una sola mano resultaba imposible. Aun así, no se rindió. Pero, al intentar atravesar una zanahoria, el cuchillo resbaló de sus manos y salió disparado, cayendo al suelo con un estruendo que alertó a las empleadas.
—¡Carajo! —Elizabeth resopló asustada, p