Xavier se vistió a toda prisa y apenas le rozó los labios con un beso. —Tengo que irme, cariño. Trataré de volver esta noche —dijo con una sonrisa suave, pero Elizabeth ya estaba contrariada.—¿A dónde vas? —preguntó con los brazos cruzados—. Vas a dar la lección, ¿verdad? —su voz se quebró un instante.Él solo asintió, restándole importancia. —Nos vemos, amor. No te preocupes por nada. Ya te dije que será algo pequeño —intentó besarla otra vez, pero Elizabeth giró el rostro, dejando que el beso cayera en su mejilla.Minutos después, Xavier estaba en una habitación de un hotel lujoso frente a la comisaría, acompañado de Marcell y Dante. Desde allí, vigilaban cada movimiento. Todo estaba listo. Lo que Elizabeth creía un simple ajuste de cuentas, en realidad, sería una explosión monumental.Xavier no despegaba la mirada de la ventana. Observaba a la gente desde lo alto, moverse como hormigas apresuradas entre la rutina. Los empleados iban y venían con prisa, con ese aire de falsa impo
En el centro del salón, Xavier alzó su copa y aclaró la garganta. El murmullo cesó al instante. No necesitaba alzar la voz para imponerse; su sola presencia bastaba. Todos lo respetaban. Era el rey de la mafia, y nadie osaba desafiarlo.Uno a uno, los presentes se acercaron, formando un círculo silencioso a su alrededor. Él esbozó una leve sonrisa, apenas un gesto.—Gracias, amigos, por acompañarme esta noche —dijo, con voz serena pero firme. Las cabezas se inclinaron en señal de respeto, y más de una sonrisa se dibujó en los rostros.—Gracias por la invitación, jefe —respondió uno, alzando su copa en su honor.Xavier asintió con satisfacción.—Hemos recorrido un largo camino —continuó, mientras su mirada recorría cada rostro—. Recuerdo los días en que apenas éramos un puñado de hombres con hambre de poder. Mírennos ahora… la organización más poderosa del país. Nuestro nombre retumba en cada rincón. Y todo esto, es gracias a ustedes.Un estallido de vítores llenó la sala. El orgullo q
Elizabeth no pudo apartar la mirada de Xavier. Su confesión la dejó paralizada, trastocando por completo todo lo que creía saber.Era difícil de asimilar que el hombre más despiadado e indolente que había conocido acabara de abrirle el corazón con tanta honestidad. Sus palabras, aunque inesperadas, eran sinceras. Su amor, increíblemente, parecía puro y real.Quiso responder, corresponder de alguna forma, pero le costaba encontrar las palabras. Él acarició su mejilla con ternura, y ella hizo lo mismo, tocando su rostro antes de besarlo. No hubo necesidad de hablar. En ese beso, ella le transmitió lo que sentía, aunque eso significara traicionarse a sí misma, a sus ideales, a todo lo que había defendido hasta entonces. Por un instante, dudó en seguir adelante con sus planes.—Te amo, Elizabeth —susurró Xavier sobre sus labios.Ella se separó, nerviosa. No pudo decir lo mismo. Prefirió desviar la atención.—Por cierto, Xavier… ¿esta fiesta no era para descubrir al traidor? —preguntó, esq
Xavier bajó el arma y le tendió la mano a Elizabeth. Ella, por instinto, se la tomó, y juntos salieron de la habitación, dejando atrás a Dante con el cuerpo inerte del traidor.Al percatarse de que Dante se inclinaba para levantar el cadáver, Elizabeth intentó girarse, pero Xavier la detuvo.—No mires atrás, Elizabeth. No veas cosas que podrían herirte —le dijo con firmeza.Ella no respondió. Era como si su alma se hubiese desvanecido. Atravesaron el pasillo en silencio, cruzaron el gran salón sin que Xavier pronunciara una sola palabra ni se despidiera de nadie. Solo caminaron hasta el auto, donde Marcell ya los esperaba.—¿Estás cansada? —preguntó Xavier al notar su silencio y la forma en que mantenía la mirada fija en la ventana.Elizabeth apenas lo miró con indiferencia antes de volver a clavar los ojos en el vidrio.No podía mirarlo a la cara. No después de haber presenciado una ejecución tan brutal.¿Y si ella tenía la culpa? ¿Y si por su causa aquel policía inocente había sido
Los días pasaron, y aunque Xavier se mostraba atento con ella, Elizabeth no lograba perdonarle que hubiera asesinado a un hombre frente a sus ojos. Cargaba con ese recuerdo como una herida abierta. Finalmente, decidida, se preparó para cumplir una cita con Marcos.Apretó un sobre contra su pecho, y con los ojos húmedos, caminó con paso firme hacia la cafetería donde él la esperaba. Sabía que todo debía terminar pronto.Al llegar y verlo sentado, se enfrentó a una imagen desoladora: Marcos estaba visiblemente afectado, con el rostro desencajado y una expresión de profundo pesar. Su aspecto hablaba por sí solo.—Hola, Marcos —dijo, tomando asiento frente a él.—¿Qué tal, Elizabeth? —respondió él sin emoción.—¿Estás bien?Él apenas negó con la cabeza.—No... claro que no me siento bien. Uno de mis mejores hombres murió en una misión.Elizabeth guardó silencio. Sabía perfectamente a quién se refería.—Lo siento —susurró.—Ha sido muy difícil todo esto. Ese hombre tenía una hija de apenas
Regresaron a casa como cualquier matrimonio, aparentando normalidad. Elizabeth acababa de entregarlo, pero se comportaba como si nada estuviera ocurriendo. Ante la presencia de Xavier, parecía olvidar por completo quién era en realidad.Apenas abrieron la puerta, los niños corrieron hacia ellos. Sin embargo, ambos se lanzaron primero sobre Xavier, dejando a su madre en un segundo plano por un instante.—¡¡Papi!! —gritaron al unísono. Luego de que él los saludara y abrazara con calidez, se acercaron finalmente a Elizabeth.—Mis amores, ¿cómo están? —preguntó Xavier, besándoles la cabeza. Los pequeños, felices, le contaron que estaban haciendo sus deberes escolares.Eithan tomó de la mano a su padre, mientras Emma hizo lo mismo con su madre, guiándolos hasta la mesa de centro en la sala.—Papi, mami, nos dejaron unas actividades familiares. Necesitamos su ayuda —dijo Emma, señalando unos papeles de colores sobre la mesa. Eithan, a su lado, asintió con entusiasmo.—Los padres deben ayuda
Elizabeth se sobresaltó, completamente sorprendida. Se hizo a un lado y negó con la cabeza. —¿Qué… qué quieres tú de mí? —preguntó con vacilación. Xavier frunció el ceño, desconcertado ante su reacción. —Quiero que nos casemos, cariño. Siento que es momento de dar ese gran paso. Siento que nuestra relación ya lo necesita.Aunque los sentimientos que Elizabeth albergaba por Xavier eran intensos, casarse nunca había estado en sus planes. Tomó aire profundamente y volvió a negar con la cabeza. De inmediato, la expresión de Xavier se endureció. —¿Qué pasa, Elizabeth? ¿Después de todo… no quieres casarte conmigo? —preguntó con genuina confusión.Ella apenas tuvo tiempo para pensar en una respuesta. Si le decía que no, él empezaría a sospechar… y entonces todo acabaría para ella. —Claro… claro que quiero casarme contigo —respondió, forzando una leve sonrisa—. Solo que me has tomado por sorpresa, Xavier. Todo ha pasado tan rápido, yo… —volvió a inhalar—. Sí, quiero casarme contigo.Xavie
Elizabeth se puso tensa. Las manos le temblaban y, aunque intentaba disimular, sabía que Helena no le quitaba los ojos de encima. ¿La había descubierto? El pensamiento la golpeó como una ola helada, y por un instante sintió que todo se desmoronaba.—¿De qué estás hablando, Helena? —preguntó con la voz quebrada, apenas en un susurro.La mirada de Helena ardía de rencor. Estaba decidida, y su odio era imposible de disimular.Xavier permaneció callado. Las palabras de Helena le habían calado, y negó con la cabeza, intentando sacudir la duda.—Vamos, Helena. No digas estupideces —replicó con firmeza—. Estás alterada por lo de las luchas, pero eso podemos solucionarlo. Puedo encargarte otra cosa, si eso quieres.Helena soltó una carcajada seca y desequilibrada. Se llevó una mano a la cabeza, incrédula.—No lo entiendes, ¿verdad? Estás convencido de que esta mujer es lo mejor que te ha pasado. Pero no, Xavier. No lo es, puedo decirte que es lo peor que te ha pasado en la vida, ¡es una maldi