Elizabeth salió volando con violencia dentro del auto, estrellándose contra los asientos delanteros. Un pitido agudo le perforó los oídos, sumiéndose en un estado de confusión y casi inconsciencia.
Aturdida, alzó la vista. Marcell yacía con la frente ensangrentada, aplastado contra el parabrisas. A su lado, Xavier, también herido, apenas mantenía los ojos entreabiertos tras intentar protegerla del impacto.
—¡Xavier! ¡Xavier, háblame! —rogó con la voz quebrada, zarandeándolo suavemente.
—Elizabeth… ¿estás bien? —musitó él con dificultad.
—Sí, sí… estoy bien.
Con esfuerzo, Xavier se sostuvo la cabeza dolorida y, tambaleándose, logró salir del vehículo para evaluar la situación. El otro coche de escolta había desaparecido. No había rastro de sus hombres.
Elizabeth intentó seguirlo, pero antes de poder dar un paso, tres hombres descendieron del auto oscuro que los había embestido. Otros tres se abalanzaron sobre Xavier, lo sujetaron con brutalidad y lo estrellaron contra el pavimento.
—¡V