Elizabeth corrió rápidamente detrás de Christian hasta llegar al salón de baile. Abrió los ojos despavorida; Xavier ya la estaba buscando, y notablemente, sus hombres estaban desplegando la búsqueda.
—¡Christian, debes irte! —exclamó, tomando la mano de Christian y girándolo en otra dirección, justo cuando dos hombres de Xavier se acercaban a ellos.
Él la sostuvo de la mano y la llevó hasta los tocadores.
—No quiero irme sin ti, Elizabeth. Te necesito.
Ella, nerviosa, se giró hacia atrás y pudo escuchar los pasos rápidos de los hombres de Xavier buscándola.
—Tienes que irte, Christian. Si te encuentran, Xavier no dudaría un minuto en asesinarte. ¡Vete!
—Pero Elizabeth, no quiero que ese mal nacido te haga daño.
—Maldita sea. Tenemos un trato con tu tío. Por favor, ¡vete!
Christian, con el corazón desbocado, supo que debía huir de allí, o no podría llevar a cabo sus planes. Así que se lanzó sobre ella, tomando sus mejillas con ambas manos, y quiso besarla en los labios, pero ella giró