La mujer del Cóndor: 17. La fotografía
Regina Stravos
He estado nerviosa durante horas. Julia apenas me dirige la palabra, lo cual es un alivio, pero Diego... él no deja de acercarse. Ahora mismo está sentado frente a mí, mirándome con esa sonrisa encantadora que siempre usa para desarmar a cualquiera.
—¿Cómo te sientes? —me pregunta con suavidad.
Intento ser amable, pero mi tono es cortante. —Estoy bien, gracias.
Sé que no debería ser grosera. Después de todo, no es su culpa lo que pasa aquí. Pero no puedo evitar sentirme culpable cada vez que lo miro. Besar a Michael, su hermano, fue un error, y siento que todos lo saben aunque no hayan dicho nada.
—Dime la verdad, Regina —insiste, inclinándose hacia mí.
¿Qué quiere escuchar? No puedo decirle lo que realmente pienso. Pero entonces él ríe, una risa ligera y despreocupada, como si estuviera divirtiéndose con mi incomodidad.
—Regi, durante el último año en cada fiesta, cada reunión familiar, he visto cómo Michael y tú se miran.
—¿Qué? No sé de qué hablas... —