La mujer del Cóndor: 16. Tortura
Michael Foster
Apenas pisé Estados Unidos, ya sabía lo que debía hacer. No era solo venganza; esto era justicia, a mi manera. Reuní a mis hombres, aquellos en quienes siempre confío para este tipo de trabajos. Me vestí de negro, con el pasamontañas que ocultaba mi identidad, y me subí a la camioneta junto a ellos.
La operación estaba planeada al detalle. Sabíamos exactamente dónde interceptaríamos al maldito de Carlos Miller, el supuesto "mejor amigo" de Lucas Stravos y el desgraciado padrino de Regina. Solo pensar en lo que le había hecho me hervía la sangre.
Siempre había usado al Cóndor como mi máscara, la figura que el mundo conocía como un vigilante implacable, alguien que entregaba narcotraficantes a la policía y rescataba víctimas de trata. Era mi forma de equilibrar el infierno en el que me movía. Pero esta vez no se trataba de negocios ni de justicia universal. Esto era personal. Ese bastardo se había metido con algo que me pertenecía.
Me limpié las manos con calma, ignora