Capítulo 31. El precio de amar
ELENA
Liora se acercó con una sonrisa que no era sonrisa, era veneno. Y cuando estuvo lo suficientemente cerca, soltó:
—¿No me presentas a tu actual novia?
La palabra novia salió de su boca como si fuera una broma. Como si yo fuera una fase, un error, un capricho pasajero.
Lycan se puso de pie.
Me tomó de la cintura con un solo movimiento, obligándome a levantarme. Su brazo se cerró sobre mi cintura y entonces habló.
—Liora, te presento a mi luna. La dueña de esta manada. La mujer que elegí, la que me eligió. La que no necesita títulos para tener poder, porque su presencia basta.
Liora no se movió, pero su rostro era un poema.
Lycan continuó.
—Ella no es mi novia. Es mi compañera, mi vínculo, mi destino. Y tú, como miembro de esta manada, le debes respeto. No por mí, por ella.
Después de escuchar las palabras de Lycan, no hizo falta que yo hablara. Tenía el corazón latiendo tan fuerte que sentía que se me iba a salir por la garganta.
—Y si alguna vez vuelves a dirigirte a ella con bur