Elizabeth despertó en la cama de un desconocido, sin recuerdos de la noche anterior y completamente convencida de que se trataba de su esposo. Pero el destino tenía otros planes. Tiempo después, descubre que está embarazada, justo cuando la peor de las verdades sale a la luz: su esposo la ha traicionado con su propia hermana. Devastada, apenas tiene tiempo de asimilarlo antes de que Samuel, no contento con destruir su matrimonio, tome la decisión más cruel: venderla a su jefe. Aquel hombre que, por un error o más bien un plan malvado, fue su amante aquella noche. Un mafioso frío, despiadado y peligroso. Un hombre que pondrá su mundo de cabeza… y que, sin saberlo, es el padre de sus hijos. ¿Podrá Elizabeth escapar de la retorcida trampa de su esposo? ¿O terminará atrapada en las redes de aquel hombre obsesionado con ella? 💥 Descúbrelo en esta historia llena de pasión, peligro y traición. ⚠ ADVERTENCIA: Contenido sensible +18.
Ler maisXavier y Elizabeth llegaron tomados de la mano a la mansión. El matrimonio parecía haber fortalecido su vínculo, y por la manera en que se miraban, era evidente que no querían separarse. Sin embargo, la rutina debía continuar.—¡Mami! ¡Papi! —gritaron los gemelos al verlos, corriendo hacia ellos—. ¡Los extrañamos mucho! —dijeron al unísono.Xavier fue el primero en agacharse para abrazarlos, mientras Elizabeth sacaba su teléfono.—Nosotros también los extrañamos, mis amores —respondió con una sonrisa, guardando el celular antes de abrazar a los pequeños.Esa tarde la pasaron juntos, como la familia aparentemente feliz que eran. Pero justo antes de acostarse, Elizabeth quiso revisar su teléfono, tenía un extraño presentimiento, y sabía que tal vez Marcos la estaba buscando.Xavier estaba en el baño, y ella aprovechó ese momento. Una oleada de notificaciones apareció en la pantalla: una docena de mensajes de Marcos. Todavía tenía asuntos pendientes con él, como lo sospechaba. Quiso desf
La noche cayó, y poco a poco los invitados comenzaron a despedirse. Denis y Dante se encargaron de los gemelos, mientras Elizabeth y Xavier permanecían juntos, contemplando el mar en silencio.—Me has hecho el hombre más feliz del mundo, cariño —dijo Xavier, acercándose a ella para besarle la frente.—Y yo soy la mujer más feliz, Xavier —respondió ella con una sonrisa tenue, bebiendo un sorbo de su copa. Luego fijó la vista en el horizonte, y un escalofrío recorrió su espalda. La boda había terminado, al igual que la celebración, era el momento adecuado para decirle la verdad.No podía seguir postergándolo. Guardar ese secreto la mantenía en constante tensión, y aunque amaba a Xavier con todo su corazón, no podía seguir mintiéndole, mucho menos sabiendo todo lo que estaba a punto de desencadenarse. No sería justo para él.—Elizabeth, tengo que decirte algo —dijo Xavier de pronto, tomando su mano. Su expresión se volvió seria al instante.«¡Dios mío, lo sabe todo!», pensó Elizabeth, si
—Mamá, ¿viste la cara de la estúpida de mi hermana? — Altagracia preguntó con sarcasmo. —¿Quién se cree esa mujercita? Pero esta vez me va a escuchar.Dora, la madre de Elizabeth, se dispuso a enfrentarla, pero Humberto, su esposo, la detuvo con firmeza.—¿A dónde crees que vas con ese carácter, mujer? Tenemos que ser inteligentes. Sabes que el matrimonio con Montiel es lo mejor que nos ha pasado últimamente. Nuestra empresa puede alcanzar un renombre sin precedentes.—Sí, Humberto, pero de nada sirve si nuestra propia hija ya no nos reconoce como sus padres —respondió Dora con el rostro encendido de rabia—. ¡Mira todo lo que tiene! Hasta una iglesia privada… y esta playa entera es suya. ¿Tienes idea de cuánto vale todo esto?—Precisamente por eso, respira hondo. Déjala que camine con su esposo hasta la recepción, y allí nos acercaremos a saludarla.—¡Ah! —resopló Dora, frustrada, pero obedeció.Los tres se dirigieron al lugar donde se celebraría la fiesta. Pasó bastante tiempo antes
Elizabeth reaccionó de inmediato. Se giró hacia el tocador y tomó el pequeño cuchillo que usaba para defensa personal, apuntándolo sin titubear hacia Vicenzo. Él, con una media sonrisa dibujada en los labios, se acercó con una calma inquietante.—¿Qué haces aquí, Vicenzo? —preguntó ella, nerviosa, mirándolo fijamente a los ojos. No entendía cómo había logrado entrar, sabiendo que tenía dos guardaespaldas apostados en la puerta.—Ah, mi querida Elizabeth… Las cosas contigo se han complicado un poco. Teníamos un acuerdo, ¿recuerdas? Pero hace tiempo que no sé nada de ti —respondió él, con tono despreocupado.—Te dije que sería yo quien te buscaría —espetó ella, retrocediendo apenas, mientras aferraba el cuchillo con más fuerza.—¿Cómo entraste? —inquirió, sin apartar la vista de él.—Ay, Elizabeth… Dos guardaespaldas idiotas no representan ningún problema para mí. Pero mírate… Estás preciosa esta noche. Hasta me dan ganas de casarme —añadió, con burla.—Será mejor que te vayas. La mansi
Elizabeth se cruzó de brazos, casi indiferente al ver a Altagracia salir corriendo. Aunque siempre había rechazado la violencia, estaba en una etapa de su vida en la que, si alguien parecía merecer un castigo, ¿quién era ella para oponerse?—Xavier, ¿no crees que tu mensaje fue un poco extremo? —preguntó, llevándose la copa a los labios una vez más.—Extremo fue que él se atreviera a tocarte —replicó Xavier con frialdad—. Nadie puede poner un dedo sobre ti, Elizabeth. No sin estar consciente de que podría perder las manos.Sus palabras fueron escalofriantes. Elizabeth apenas suspiró.—Y dime, ¿cómo va la investigación del secuestro? ¿Ya sabes quién estuvo detrás?—Por supuesto. Ese maldito de Tony era uno de los subordinados de Vicenzo. El muy cretino no iba a dejar pasar la oportunidad de buscar aliados y golpearme donde más duele —dijo Xavier, mirándola con ternura mientras le acariciaba la mejilla.Ella cerró los ojos por un instante. Sentía una maraña de emociones enredándose en s
Altagracia respiró agitada, completamente incrédula por lo que escuchaba. —Eso no es cierto, ¿cómo que jefa? —le preguntó al mesero, y él no dejaba de apuntarles con el arma. —Así como lo está escuchando, ella es la dueña y señora de este lugar. Le exijo respeto. —el hombre estuvo a punto de apretar el gatillo, y Elizabeth, con total tranquilidad, levantó la mano y movió la cabeza. —Tranquilo, Enzo. Baja el arma, que yo puedo resolverlo sola.Ramiro estaba todavía más confundido con lo que decía Elizabeth y no podía apartar los ojos de ella. —Esto debe ser una puta broma —espetó con desprecio. —Mírate, no estás ni cerca de ser una jefe y mucho menos dueña de este lugar, no me cojas las huevas.—Mi amor, Ramiro, no te preocupes, cariño. Mi hermana siempre ha sufrido de delirios. Mírala, ¿cómo va a ser ella la dueña de este lugar? Por favor, es incoherente—soltó Altagracia, forzando una risa. Ramiro seguía sin apartar la mirada. —Ramiro, mira, ella debió contratarlos para que se hic
Altagracia frenó en seco. No esperaba encontrarse con Elizabeth, y menos después de lo ocurrido con Xavier la última vez… cuando no dudó en matar a Samuel.—¡Elizabeth! —murmuró entre dientes, apretando la mandíbula.Elizabeth la observó de arriba abajo mientras daba un sorbo a su copa. Altagracia escaneó el lugar con la mirada; al notar que su hermana estaba sola y visiblemente afectada, su expresión cambió. Sus ojos se oscurecieron, y una sonrisa burlona se dibujó en su rostro, como si tuviera frente a ella a un triste payaso.—Pero mira lo que tenemos aquí —dijo, dejando su fina cartera sobre la barra con desdén. Se volvió hacia Elizabeth y la escudriñó con desprecio—. La mosquita muerta… cada día más simple, más fea.—Altagracia, cuánto tiempo —respondió Elizabeth con indiferencia.—¿Qué haces aquí sola? —Altagracia se burló—. No, en realidad ni hace falta preguntarlo… mírate nada más. Me imagino que ese tal Xavier te dejó apenas tuviste a tu hijo. Es que una mujer como tú, sin gr
El idilio entre los enamorados ardía con intensidad. Cada día, Xavier se esmeraba en demostrarle a Elizabeth cuánto la amaba y, sobre todo,se esforzaba en evidenciar los profundos cambios que estaba atravesando. Para ella, eso era lo más valioso: más que los gestos románticos o los obsequios, lo que realmente la conmovía era ver cómo, poco a poco, el despiadado Xavier Montiel iba quedando atrás. —Dame otro beso, Elizabeth. No nos veremos si no hasta la noche… voy a extrañarte —murmuró él, sujetándola suavemente del brazo. Ella, sonriente, se puso de puntillas y le dejó un beso en la mejilla. —En la noche te doy los que te debo. Ahora tengo algo urgente que atender —respondió con una sonrisa antes de salir de la mansión. Esa tarde evitó usar su auto nuevo; sospechaba que Xavier la podía estar rastreando con algún GPS oculto. Y lo que estaba por hacer… no admitía esperas.Marcos estaba sentado en la misma silla de siempre, con su habitual taza de café entre las manos. Elizabeth se ac
Pasaron muchos días para que Elizabeth y Xavier regresaran a casa recuperados, fueron semanas eternas entre el hospital y la mansión, pero esto, lo que hizo fue fortalecer el vínculo entre los dos, Elizabeth parecía disfrutar de su compañía, de sus cuidados y de todo lo que parecía ser una familia normal. ***—Mami, tenemos muchas tareas pendientes. —Emma levantó su cuaderno y se lo enseñó a Elizabeth. —¡Oh! Lo sé nena, pero debemos hacerlo todo muy despacio, a mami todavía le duele la cabeza. la pequeña niña sonrió y se devolvió a la mesa para jugar con su hermanito, Elizabeth solamente suspiró, esos días fueron difíciles. La puerta principal se abrió, y al girarse hacia ella, lo primero que vio fue un enorme ramo de flores asomando. El delicioso aroma la envolvió al instante, llenando la estancia con una fragancia dulce y delicada. Sin pensarlo, se levantó guiada por la imagen, y enseguida apareció Xavier, sosteniéndolo con una sonrisa en los labios.—Hola, cariño. He regresado a