Altagracia frenó en seco. No esperaba encontrarse con Elizabeth, y menos después de lo ocurrido con Xavier la última vez… cuando no dudó en matar a Samuel.
—¡Elizabeth! —murmuró entre dientes, apretando la mandíbula.
Elizabeth la observó de arriba abajo mientras daba un sorbo a su copa. Altagracia escaneó el lugar con la mirada; al notar que su hermana estaba sola y visiblemente afectada, su expresión cambió. Sus ojos se oscurecieron, y una sonrisa burlona se dibujó en su rostro, como si tuviera frente a ella a un triste payaso.
—Pero mira lo que tenemos aquí —dijo, dejando su fina cartera sobre la barra con desdén. Se volvió hacia Elizabeth y la escudriñó con desprecio—. La mosquita muerta… cada día más simple, más fea.
—Altagracia, cuánto tiempo —respondió Elizabeth con indiferencia.
—¿Qué haces aquí sola? —Altagracia se burló—. No, en realidad ni hace falta preguntarlo… mírate nada más. Me imagino que ese tal Xavier te dejó apenas tuviste a tu hijo. Es que una mujer como tú, sin gr