POV : Aslin Ventura
Justo cuando comenzaba a sentirme un poco más estable, más presente en esa cena rodeada de quienes me amaban —o al menos de quienes fingían hacerlo—, se escucharon unos golpes secos en la puerta principal. Unos toques firmes, seguros, pero breves. Nadie en la mesa se movió al principio, hasta que una de las sirvientas —Marina, creo— se apresuró por el pasillo en dirección al vestíbulo.
No le di importancia. Pensé que sería un mensajero o algún encargo olvidado. Pero entonces, la vi volver… con algo entre sus brazos.
Un ramo.
Un ramo de rosas blancas.
Marina lo traía como si fuera algo frágil, aunque en su rostro se le notaba la confusión. Se detenía a cada paso, mirando a su alrededor, como si esperara que alguien apareciera de pronto para reclamar lo que llevaba. Cuando entró al comedor, el aroma de las flores la precedió. Su perfume era suave, dulce, casi anestesiante. Todos nos giramos hacia ella.
—¿Y eso? —preguntó Soraya con su tono firme, cruzando los brazos