POV : Tercera persona Aslin forcejeó con todas sus fuerzas, cada músculo de su cuerpo tensándose con desesperación mientras sus dedos intentaban arrancar la mano que le cubría la boca. Pero Alexander era más fuerte. Su brazo la rodeaba con firmeza, inmovilizándola contra su pecho. El pánico le nublaba la razón. Pataleaba, se sacudía, pero sus esfuerzos eran inútiles. Su captor ni se inmutaba.Y entonces, él la giró con un solo movimiento, rápido, violento. Aslin quedó de frente a él. La oscuridad reinante en la habitación apenas permitía distinguir su rostro, pero sus ojos... sus ojos brillaban. Un resplandor enfermizo, casi sobrenatural, reflejaba una locura contenida por demasiado tiempo.Antes de que pudiera gritar, de que pudiera recuperar siquiera el aliento, Alexander se inclinó y capturó sus labios con los suyos.El beso fue una invasión, una condena. No tenía dulzura, no tenía amor. Era una posesión marcada por la rabia, por la obsesión. Aslin trató de apartarlo, de empujarlo
Carttal regresó a la habitacion con el corazón aún galopando en el pecho. Había recorrido cada rincón de la propiedad con sus hombres, gritado órdenes, revisado hasta el más mínimo detalle, pero no encontró nada. Solo el silencio… y esa maldita cuerda colgando como una sombra de lo que había sucedido.Al cruzar el umbral de la habitación, sus ojos buscaron con desesperación a Aslin. Y entonces la vio, encogida en un rincón, temblando, pero esta vez no estaba sola.Soraya se había arrodillado junto a ella. La sostenía con ternura, una mano acariciando su cabello mientras la otra envolvía sus hombros. Aslin lloraba desconsoladamente, y Soraya, con el rostro serio y una fuerza serena en sus ojos, murmuraba palabras suaves, casi como un rezo.—Shh… tranquila… ya pasó —le decía con voz dulce—. Estoy aquí, Aslin. Te creo. Yo sé que no estás loca… Yo sé que fue real. Él está vivo, y lo vamos a encontrar.Carttal se detuvo en seco al ver la escena. Su rabia se disipó por un momento, sustituid
POV : Aslin Ventura Desperté con un sobresalto. El primer rayo de luz apenas se colaba por las cortinas, pero mi pecho ya sentía el peso de la angustia. Me tomó un segundo ubicarme, reconocer la habitación, la manta sobre mí… y entonces, como una bofetada fría en la cara , la imagen de los ojos frios de Alexander regresó. El , estuvo aquí. En esta misma habitación. A centimetros de mí. Me beso .Tragué en seco. No podía permitirme caer otra vez. No ahora. Tenía que dejar eso de lado, aunque por dentro me carcomiera el miedo. Me levanté de un salto y corrí por el pasillo, descalza, con el corazón latiendo como un tambor en mis oídos. Necesitaba ver a mis bebes . Necesitaba sentir que estaban bien .Abrí la puerta de su habitación con rapidez, y ahí estaban. Mis tres pequeños, aún medio dormidos, con sus caritas suaves y sus ojitos entrecerrados. Corrí hacia ellos y los abracé fuerte, tan fuerte como si con eso pudiera protegerlos de todo el mal del mundo.—Mamá… estabamos preocupado
—¡Alexander! —grité de nuevo, con el pecho ardiendo, los ojos llenos de lágrimas y la garganta hecha un nudo—. ¡Maldito cobarde, da la cara!Pero no hubo respuesta.Solo el viento.Solo el maldito sonido del viento meciéndose entre las hojas, como una burla suave, como si la misma naturaleza quisiera recordarme que él siempre se escondía tras las sombras, dejando migajas de miedo a su paso.Me quedé allí, en medio de los árboles, respirando con dificultad, sintiendo cómo la rabia se mezclaba con el cansancio. No podía más. Estaba harta. Agotada. Cansada de correr, de temer, de fingir que estaba bien cuando por dentro me encontraba deshecha .Me di la vuelta y regresé a la mansión sin mirar atrás. Las puertas se cerraron tras de mí con un golpe seco. Subí las escaleras sin detenerme, sin pensar. Mi cuerpo se movía solo, como si conociera el camino hacia mi refugio de tristeza.Entré a mi habitación y cerré la puerta con fuerza.Me acerqué al buró con pasos rápidos y desesperados, abrí
POV : Carttal AzacelLa puerta de la empresa se abrió con un golpe seco, y entré con pasos firmes, cargando una furia que apenas podía contener. Mis guardaespaldas venían detrás de mí, como sombras silenciosas, sabiendo que algo no andaba bien. Mi rostro estaba endurecido, tenso, como una piedra a punto de quebrarse, y mis ojos fijos al frente, incapaces de disimular la rabia que hervía en mi interior.Ethan me había llamado minutos antes. Su voz tensa, frustrada, me había dado la noticia que no quería escuchar: aún no había rastro de Alexander.Maldito cobarde.—Señor —la voz dulce, algo temblorosa de mi secretaria me sacó un segundo del torbellino mental—, lo están esperando en la reunión.Ni siquiera la miré. Apenas solté un gruñido bajo, un simple:—Mmm.Le extendí el portafolios a uno de mis guardaespaldas y continué sin detenerme. Crucé el pasillo que llevaba a la sala de juntas, y al abrir las puertas, el aire cambió de inmediato. Un silencio denso, pesado, se apoderó del ambie
POV : Alexander Líbano Lo miré.Miré a Carttal y me sentí… satisfecho.Ahí estaba, temblando de rabia, con el rostro pálido y los ojos desorbitados. Su mandíbula tensa, los puños cerrados, y ese brillo en la mirada que no sabía si era de miedo, de impotencia o de odio. Tal vez era todo junto.Era perfecto.Justo como lo había imaginado. Justo como lo había planeado todos estos años estando oculto , acechando como un leon entre las sombras .—¡Eres un maldito enfermo! ¡No tienes derecho! ¡Largo de aquí antes de que te haga desaparecer de nuevo! —gritó Carttal, fuera de sí, y los guardias tuvieron que poner una mano en su pecho para evitar que se lanzara hacia mí de nuevo.Yo no dije nada.No era necesario.Mi silencio lo irritaba aún más. Y eso me gustaba.No necesitaba palabras cuando mi sola presencia lo destrozaba.Me mantuve de pie, con las manos en los bolsillos, el rostro tranquilo y la cabeza en alto. Por dentro, sin embargo, ya saboreaba el golpe final. Ese que estaba a punto
POV : Tercera persona Alexander llegó a la finca con la misma tranquilidad con la que se había marchado del centro de la ciudad. El auto se detuvo frente a la enorme entrada principal, una construcción elegante y silenciosa, rodeada de árboles altos que ocultaban el lugar de cualquier mirada curiosa. La brisa del campo rozaba los ventanales y las luces cálidas de la casa se encendían una a una, anunciando su llegada como si el lugar mismo lo reconociera.Bajó del auto sin apuro. Sus pasos eran pausados, pesados pero firmes, como si el suelo le perteneciera. Apenas cruzó la puerta principal, se quitó el saco oscuro con un gesto lento y lo lanzó con desdén hacia el sofá más cercano. El abrigo cayó como una sombra sobre el cuero blanco, mientras Alexander se aflojaba los primeros botones de la camisa con una mano y se pasaba la otra por el cabello, despeinándolo un poco.Caminó por el recibidor sin detenerse, subiendo las escaleras con la seguridad de alguien que sabía exactamente lo qu
Alexander no dijo nada. Solo se inclinó lentamente hacia ella, dejando que el silencio llenara cada espacio entre ambos. Sus manos, grandes y frías, se deslizaron por la curva de su cintura, tomando con firmeza el borde de la tela que cubría su cuerpo. Con movimientos lentos, casi ceremoniales, le retiró la lencería como si despojándola de esa prenda también le quitara cualquier rastro de voluntad.Jessica se dejó hacer. No dijo ni una palabra. Solo cerró los ojos y respiró hondo, intentando que ese momento, aunque vacío de amor, tuviera algún significado para él. Pero no lo tuvo.Cuando todo terminó, Alexander se puso de pie, como si acabara de cumplir con una obligación más. Se abrochó lentamente los botones de la camisa, uno por uno, sin mirarla. Ella seguía tendida sobre la cama, desnuda, con el cuerpo tembloroso y la mirada clavada en el techo. Esperaba que él dijera algo, cualquier cosa, pero no fue lo que deseaba escuchar.—Lárgate —dijo de pronto, sin emoción, con la voz seca—