POV : Tercera persona
Aslin forcejeó con todas sus fuerzas, cada músculo de su cuerpo tensándose con desesperación mientras sus dedos intentaban arrancar la mano que le cubría la boca. Pero Alexander era más fuerte. Su brazo la rodeaba con firmeza, inmovilizándola contra su pecho. El pánico le nublaba la razón. Pataleaba, se sacudía, pero sus esfuerzos eran inútiles. Su captor ni se inmutaba.
Y entonces, él la giró con un solo movimiento, rápido, violento. Aslin quedó de frente a él. La oscuridad reinante en la habitación apenas permitía distinguir su rostro, pero sus ojos... sus ojos brillaban. Un resplandor enfermizo, casi sobrenatural, reflejaba una locura contenida por demasiado tiempo.
Antes de que pudiera gritar, de que pudiera recuperar siquiera el aliento, Alexander se inclinó y capturó sus labios con los suyos.
El beso fue una invasión, una condena. No tenía dulzura, no tenía amor. Era una posesión marcada por la rabia, por la obsesión. Aslin trató de apartarlo, de empujarlo