Mundo ficciónIniciar sesiónEl ritmo suave que Isabella imponía era casi una tortura para Lorenzo. La observaba con los ojos semicerrados, la mandíbula marcada por la tensión de quien se estaba conteniendo para no tomar el control de una vez. Cada deslizamiento lento, cada vez que se hundía sobre él, arrancaba de él un sonido grave y apagado, como si el placer fuera tan fuerte que necesitara ser contenido.
– Estás jugando con fuego, Isabella... – su voz era un murmullo ronco, pero cargado de amenaza velada.
Ella sonrió, inclinándose para frotar sus labios en su oído.
– Entonces déjame quemarme…
Esa frase fue el detonante. Las manos de Lorenzo apretaron con fuerza sus caderas, y en un







