Para el amanecer, Aurora despertó entre parpadeos lentos, emergiendo de las profundidades de un sueño reparador.
Se movió, buscando el calor que se había convertido en su adicción, y su mano se encontró con el lado vacío de la cama.
Se incorporó de inmediato, el corazón dándole un vuelco. La ausencia de Lorenzo era un eco de las mañanas pasadas, del hombre consumido por la guerra, pero esa vez, algo era diferente.
Mientras se sentaba, cubriendo su torso desnudo con la sábana de seda, su mirada captó un destello. En su mano izquierda, el anillo brillaba deslumbrante.
Inhaló profundamente, sintiendo un aleteo en su pecho. No puedo evitar sonreír.
No había sido un sueño. El diamante era real. Una promesa forjada en la oscuridad, un ancla en un mar de incertidumbre. Se llevó la mano al pecho, sintiendo el metal frío contra su piel cálida.
El pánico de la soledad se desvaneció, reemplazado por una tenue sensación de decepción al no tener a Lorenzo a su lado, pero sin opacar la felicidad qu