La advertencia de El Sastre había caído sobre la mansión como una helada temprana, matando la frágil primavera de paz que Aurora había comenzado a cultivar.
El pañuelo de seda, con sus ominosas iniciales A. M. había sido guardado por Lorenzo, pero su presencia permanecía en el aire. Era un fantasma que se sentaba a la mesa con ellos, que vigilaba desde los pasillos oscuros.
A la mañana siguiente, Aurora volvió a despertar en una cama vacía. Sabía que, esa vez, Lorenzo no estaría en la mansión.
El peligro del sofisticado mensaje lo había arrancado del lado de Aurora antes del amanecer, obligándolo a sumergirse en el mundo de sombras que tanto quería dejar, pero que este se negaba a dejarlo ir.
Aurora sintió un escalofrío. La amenaza ya no era una venganza de sangre directa, como la de Stefano, era algo más antiguo, más sofisticado, más peligroso. Era un sistema. Y el mensaje había sido claro.
Aurora era una de las razones por las que Lorenzo quería abandonar la mafia y eso la había pu