Clara pasó toda la tarde fingiendo normalidad. Caminaba por su departamento impecable, perfectamente iluminado, con ese aroma a flores blancas que siempre le hacía sentir que tenía la vida bajo control. Pero hoy no funcionaba. Hoy, cada paso era una punzada. Cada respiración un recordatorio de que la verdad se le estaba escapando entre los dedos.
Había visto a Evelyn salir del edificio Blackthorne.
Había visto esa sonrisa satisfecha. Ese brillo de complicidad. Esa expresión que tienen las mujeres cuando están… enamoradas, protegidas, correspondidas.
Y lo peor: Evelyn no lucía culpable.
No parecía una amante secreta.
Parecía una mujer segura de su lugar.
Clara llevaba semanas imaginando escenarios, fantaseando con el futuro que le correspondía por derecho, por estrategia, por esfuerzo. Marcus a su lado. Melissa llamándola “mamá”. El apellido Blackthorne en su dedo, el dinero de esa familia dándole la vida que ella siempre ambicionó.
Pero la escena de esa mañana…
esa maldita imagen de E