ADRIAN
Las puertas del ascensor se cierran y el silencio que queda atrapado con nosotros se vuelve sofocante, demasiado estrecho para la forma en que respiro. Sigo sosteniendo su mano. No sé en qué momento dejé de justificar el contacto como un simple gesto para guiarla. No quiero soltarla. Y eso… me irrita más de lo que debería.
Bianca evita mi mirada, pero escucho su respiración, más profunda, más rápida, como si intentara mantener la calma y fallara en el intento.
—¿Siempre permites que cualquiera te hable así? —pregunto con una dureza que no planeaba.
—No —responde de inmediato, con firmeza, aunque su mano tiembla dentro de la mía—. Solo evito que los problemas se agraven… y más en lugares donde no pertenezco.
Mi mandíbula se tensa al instante.
¿No pertenece?
¿En serio cree eso? Ella vive en mi casa, cuida de lo más importante que tengo: mi hijo. Ha entrado, sin darse cuenta, directo a mi círculo más cercano, y aun así piensa que no pertenece.
—Eres la cuidadora de Austin —corrij