El sol estaba en su punto más alto cuando Winnie salió temprano del trabajo, algo poco común en su rutina.
El día había sido extraño, con un vacío palpable desde la mañana. La ausencia de Benjamín en la oficina había alterado su ritmo. Sin su café habitual esperándola en el escritorio y sin su cálida sonrisa, el día se sentía apagado.
Fue durante el almuerzo cuando su compañera de trabajo, Laura, mencionó casualmente:
— Ah, por cierto, Ben llamó esta mañana para decir que no se sentía bien.
Winnie se detuvo en seco, confundida. No había recibido ninguna notificación de él, y eso la inquietó. Ben siempre era responsable, incluso en los peores días. Revisó su teléfono en busca de algún mensaje y ahí estaba:
"Winnie, lamento no poder llevarte tu café hoy. No me siento muy bien. Espero verte pronto."
Algo en el tono del mensaje la dejó intranquila. Benjamín no era de quejarse, y mucho menos de ausentarse sin una razón de peso. Sin pensarlo dos veces, decidió ir a su casa. Lo llamó varias