Andrés la observó por unos minutos y no pudo evitar reírse.
— Como diseñadora, ¿ya no te importa tu imagen?
— No tenía ganas de arreglarme —respondió ella con un tono de disgusto.
Andrés se acercó y la rodeó con sus brazos, sonriendo encantadoramente.
— No estés molesta. Te llevaré a un lugar.
Julia respondió sin entusiasmo:
— La verdad es que no tengo muchas ganas de ir.
— Vamos —insistió él, convenciéndola entre halagos y bromas.
Ya en el auto, le entregó una caja con el desayuno. La comida estaba dispuesta de forma desordenada, evidentemente preparada por alguien inexperto.
Julia, sorprendida, lo miró.
— No me digas que preparaste tú mismo este desayuno.
— Así es —Andrés sonrió con ternura—. Pruébalo.
— ¿Por qué preparaste el desayuno?
— Anoche te hice enojar, ¿no? Quería alegrarte, así que seguí tu ejemplo de antes y te preparé un desayuno con cariño —explicó Andrés con una sonrisa en los ojos.
Los sentimientos de Julia eran complicados. Era cierto, antes era ella quien lo hacía en