19. El enigma
—Gracias, Hermes —dijo ella, su voz firme, pero con una nota de algo más, algo que Hermes no pudo identificar de inmediato.

—De nada, señora —respondió él, aun con el corazón acelerado.

—¿Quieres revisar algunos documentos? —preguntó ella de forma afable.

—Sí, señora Hariella.

—Allí en la mesa… Puedes sentarte y trabajar en esos documentos —dijo Hariella Hansen de forma autoritaria—. Haz el informe y déjalo en mi escritorio.

—Como ordene, señora Hariella.

Hermes se dirigió a la mesa que ella había indicado, encontrando una pila de documentos a revisar. Se sentó y comenzó a trabajar en su informe, concentrándose en la tarea, pero también sintiendo una extraña mezcla de emoción y responsabilidad. Miraba ocasionalmente hacia la silla de la CEO, que permanecía inmóvil, como si la presencia de Hariella se extendiera por toda la oficina, incluso sin necesidad de moverse.

Mientras trabajaba, una sonrisa de alegría moldeó sus labios. No podía creer que estuviera allí, en la oficina de Hariella
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