Alessandro
Mis dedos tamborileaban sobre la superficie del escritorio de madera maciza, un ritmo constante, como un reloj marcando la cuenta regresiva para mis enemigos.
El cigarro humeaba entre mis dedos, lanzando una espiral de humo que se elevaba hacia el techo. El sabor amargo y familiar del tabaco me daba una calma que casi podía llamar placer.
Me gustaba este ambiente, me hacía sentir que tenía el control, que todo a mi alrededor estaba en calma porque yo lo permitía.
Frente a mí, sobre la mesa, estaban las carpetas con las vidas de mis armas, esas pequeñas herramientas afiladas y letales que había moldeado con mis propias manos.
Todos habían servido bien a su propósito, pero ya no contaba con la mayoría de esos recursos.
Aún recordaba el día en que me crucé con aquella niña de ojos claros y desafiantes.
Había algo en ella, un potencial brutal que solo necesitaba la dirección correcta. Y yo, generoso como siempre, le di esa dirección.
La convertí en la Pantera, mi pequeña asesin