Valentina
Sentía la presión de su cuerpo sobre el mío, un peso que no era opresivo, sino necesario.
Sus labios recorrieron mi cuerpo con devoción, hasta llegar a ese punto que me volvía loca. Los movimientos de sus labios, su lengua saboreando mi entrada y estimulándome me hacían perder el control.
Había olvidado todo; la traición, el dolor, solo estábamos él y yo, y esta emoción que nos consumía hasta perdernos.
Subió lentamente hasta que sus labios atraparon a los míos en un beso desesperado y hambriento. Nos besábamos como si cada segundo en que nuestros labios no estuvieran unidos fuera una oportunidad perdida.
Sus manos, grandes y fuertes, me sostuvieron, enredándose en mi cabello y presionándome contra él con una necesidad que no podía disimular.
Por un instante, nuestras miradas se encontraron, y en sus ojos vi algo más allá de la lujuria y el deseo.
Había una mezcla de rabia, alivio y, en lo más profundo, una desesperación y amor que me hizo estremecer.
—Maldita sea, Valentina