Nicola
El sótano tenía ese aire pesado que siempre me había provocado tranquilidad, incluso cuando era un niño y mi padre me traía aquí para presenciar cómo se trataba a los traidores.
Siempre olía a hierro oxidado, a humedad atrapada por años entre las paredes gruesas de piedra. La luz era tenue, apenas suficiente para guiarme, pero eso no importaba. Ya sabía cómo moverme aquí debajo.
Con cada paso que daba, sentía el pulso en mi sien martillando con fuerza. La idea de que Valentina y Bianca pudieran estar tan cerca y que no lo hubiera notado antes me corroía por dentro.
No podía permitirme otro error, no esta vez. Tenía que encontrarlas.
Ella... mi principessa... estaba en algún lugar de este maldito sótano.
Giré en una de las esquinas, acercándome al final del pasillo oscuro, cuando un golpe seco me alcanzó por detrás de la cabeza. El impacto fue tan fuerte que me dejó sin aire, cayéndome de rodillas
Llevé una mano a la cabeza, sentí el calor del líquido pegajoso entre mis dedos.
—