Bianca
La casa de Nicola y Valentina era imponente, aunque no tenía la frialdad que imaginé la primera vez que la vi.
Había algo cálido en los detalles, en los muebles elegantes, las flores frescas que adornaban cada rincón y la iluminación, perfectamente calculada para cada espacio.
Pero, claro, también había algo más, algo que siempre sentías al estar cerca de ellos: un peso, una intensidad que no te permitía olvidar quiénes son.
Lorenzo y yo estábamos en la cocina, preparando un café mientras hablábamos en voz baja.
Llevábamos días entrenando, y aunque no lo diría en voz alta, Lorenzo me estaba matando con su disciplina en ambos sentidos. No tenía ni idea de que podía ser tan estricto, pero a la vez, tan paciente conmigo.
Sus ojos brillaban cuando nuestras miradas se cruzaban, pero ambos sabíamos que teníamos que mantener las apariencias. Nicola nunca perdonaría que me metiera con su consigliere, su hombre de confianza.
Justo cuando estaba a punto de soltar otra de mis provocacione