El aire de la sala de urgencias, denso con el olor a desinfectante y la angustia reprimida, se hizo pesado en los pulmones. La luz pálida del techo iluminaba los rostros de Sienna y Leo, cada siendo uno un espejo de la agonía del otro. El médico, con la cara curtida por el cansancio, se quedó un momento en silencio.
— Lamento decirles que, la situación de Ethan se ha decantado en lo que más temíamos… — Sienna se llevó la mano a la boca para ahogar un grito sordo y Leo le rodeó los hombros acercándola a su pecho para darle fuerzas — El trasplante de médula ha fallado, lo lamento mucho, hemos hecho todo lo que se ha podido, pero no puedo ayudarlo ya con tratamiento, los medicamentos no surtirán ningún efecto, solo queda la fe… — dijo con voz monocorde.
La noticia, aunque esperada, cayó como una pesada hoja de afilado metal sobre sus cabe