Ya estoy instalada como cada día en la oficina, ordené los pendientes y tomé mi iPad como aún Adam no ha llegado, decido que le daré una sorpresa, por lo que me dispongo a ir a su pent-house, camino en dirección a las escaleras, cuando se abren las puertas del ascensor.
-¡No puedo creer que seas tan flojo! -le señaló, mientras él me mira con esa carita que me mata-. Perdón, buen día, señor Scott.
Corrijo al ver a Gypsia sentada en su cubículo que nos mira sin poder entender qué es lo que está pasando.
-Buen día, señor Scott -saludó Gypsia haciendo una leve reverencia y luego volvió a su puesto.
-Señorita, Soré -hace un asentimiento a ambas y continúa-. Gypsia por favor, llame al vago de mi hermano. Infórmele que tendremos reunión en 15 minutos y si no sale de donde está metido, dígale que es mejor que ni se asome por esta oficina.
-Si, señor -respondió Gypsia, sonrojada.
-Usted, a mí oficina -me indica con el dedo y yo ruedo los ojos. Él sabe lo que provoca en mí cuando se las da de