Bella se esconde debajo del escritorio. Su cuerpo tiembla sin control, las manos sudorosas apenas pueden sostener el celular mientras lo desbloquea con rapidez. Respira entrecortadamente, procurando no hacer ningún ruido mientras marca el número que ya sabe de memoria. El pulgar tiembla sobre la pantalla.
Se oyen pasos luego de que la puerta fue abierta.
—¿No dijiste que la viste entrar? Aquí no hay nadie —murmura uno de los hombres; su tono está cargado de fastidio.
—La vi, te lo juro. Además, la luz sigue encendida. Eso significa que estuvo o está por aquí —responde el otro, más nervioso que molesto.
Los pasos se acercan. Bella contiene el aliento. Las suelas de los zapatos retumban