—Ahora que estás mejor, es mejor que te lleve a casa para que descanses —dice Benedict mientras aprieta suavemente los labios contra la frente de Bella. Ese simple acto hace estremecer a Bella.
Su voz es tan melosa y tierna que ella frunce el ceño con molestia.
—No me hables así —protesta, apartándose un poco—. No soy una bebé a la que puedas manipular poniéndote en plan dulce.
Benedict sonríe, como si no la escuchara o no le importara.
—No eres un bebé, pero estás enferma —responde con calma—. Y mi deber como esposo es cuidar de ti. Es mejor que te acostumbres, porque será así de ahora en adelante. Yo cuidaré de ti y de los niños.