—Bebe rápido tu café para que te vayas —dice Bella con impaciencia, evitando mirarlo directamente—. Tengo cosas que hacer, no puedo estar sentada aquí contigo por mucho tiempo.
Benedict no responde de inmediato. La observa con detenimiento, percibiendo la tensión evidente en su cuerpo, la manera en que sus dedos se crispan sobre sus rodillas y su voz tiembla al final de cada palabra.
—¿Por qué me quieres echar tan rápido de tu lado? —pregunta finalmente, con tono tranquilo, pero inquisitivo.
—Sabes que a mi hermano no le gusta que estés aquí, si llega y te encuentra, no sé qué va a pasar —responde ella sin rodeos.
—No me importa lo que diga él.
—Pero a mí sí me importa —replica, con una mezcla de fastidio y cansancio en la vo