Bella decide ignorar a Benedict. Discutir con él es inútil. No hay victoria posible en ese tipo de batalla y, sinceramente, no tiene energía para desperdiciar. Sin dirigirle más palabras, se sienta en su escritorio y se sumerge de lleno en su trabajo. Benedict, desde el sofá, la observa de reojo. No dice nada, pero su atención está puesta en cada uno de sus movimientos. Aunque aparenta estar concentrado en su portátil, su mirada no se aparta de ella por mucho tiempo.
Pasan las horas y Benedict nota que Bella no se toma siquiera el tiempo para almorzar. Solo bebe café. Uno, luego otro antes de entrar a una reunión con su personal. Cuando finalmente termina y regresa a la oficina, se la nota incómoda, removiéndose inquieta en su silla. Él se levanta y se le acerca. Bella intenta mantenerse firme, pero el enrojecimiento