3. ¿Qué es eso?

❝ La vida es una sucesión de lecciones que uno debe vivir para entender ❞ — Ralph Waldo Emerson —

Ajeno a lo que este día nos deparaba por el sendero bosque adentro, caminamos rastreando y jugueteando por el camino, meramente recorriendo el fino hilo de lo incierto y de los incesantes juegos del destino.

Pasado algunos minutos muy a diferencia de los demás días entre la hierba y la tierra, pudimos encontrar muchas pisadas de animales de varios tamaños, los cuales aparentaban haber atravesado el lecho no hacía demasiado tiempo.

— Son de ciervos, padre — le cuestioné lo más bajo que pude en vista de que me encontraba algo distanciada de él, no queriendo asustar de paso a ninguna de nuestras posibles presas.

— Algunas pocas, también veo pisadas de jabalís, conejos y alguno que otro gato salvaje, de igual manera también hay lobos rondando por aquí, así que debemos de tener mucho cuidado — comentó aquel tras agacharse queriendo comprobar lo que sus ojos divisaban.

— ¡Gatos salvajes! Pero no se supone que no vienen por aquí hasta la temporada de invierno.

— Sí, pero aquí las veo — dijo aquel mientras señalaba en dirección al suelo — algo ha debido molestarlos del otro lado, mira que ellos suelen viajar si en el lugar en el que se encuentran no se sienten cómodos — indicó aquel queriendo saciar mi curiosidad.

Aquello era otra extrañeza más, una de las tantas que durante los últimos días sin dudas habían venido ocurriendo y de lo que nos habíamos percatado.

El desplazamiento de los animales había empezado demasiado antes este año, pero, que podíamos hacer, contra la naturaleza no podemos pelear más aún porque nosotros somos doblemente parte de ella y esperar hasta ver que es lo que acontecería era lo único que podíamos llegar a hacer, pues, era bien entendido que todo lo que ocurre en ella tiene siempre un porqué.

A partir de allí el sigilo se convirtió en parte uno de nuestras andanzas, guardar el silencio para que los animales no huyeran era lo que en mayor medida podíamos hacer hasta poder velar por la presa adecuada.

Sendero adentro caminamos por algunos diez minutos, quizás vigilando en todas las direcciones, papá y yo nos encontrábamos más que alertas pendientes de todo lo que sucedía a nuestro alrededor, cuando a un costado próximo al canal, aún en medio de la maleza lo vimos.

Era un ciervo medianamente joven que rondaba algunos doscientos kilogramos, quizás, era de pelaje algo rojizo que viajaba aparentemente solo o al menos eso figuraba, ya que rastros de las hembras no había en los alrededores, pues ni siquiera con el olfato podíamos detectarlas, un gran botín sin dudas que podríamos aprovechar porque llevábamos varios días comiendo simples conejos y alguno que otro pescado.

Sobre la llanura, en medio de los árboles, se encontraba tranquilamente, pastando, comiéndose los nuevos brotes de hierbas frescas que gracias a las últimas lluvias habían crecido, por lo que fue inevitable el no descubrirlo.

— Estas listas — comentó mi padre en voz baja mientras no apartaba la mirada del camino en dirección a aquel animal.

— Sí, lo estoy — indiqué firmemente.

— Pues ya sabes qué hacer.

Mirándolo a la cara confirme ante aquel mi tarea y deshaciéndome de mi abrigo, camine cuidadosamente hacia un arbusto continuo en donde agachándome cerré los ojos y entre dientes, proclame la oración de permiso que siempre mi padre y yo solíamos utilizar.

— “Madre luna, hermana tierra, si esto es lo que corresponde pido perdón por la sangre pura que por mi boca se ha de derramar, déjalo morir sin pesar, si por mis manos así debe de ser, pero si no y no te complace, aléjalo de mí en este momento dándole así su inigualable libertad”.

Y dicho y hecho, puesto que antes de que yo lograra prepararme para así incorporarme para lanzarme hacia él, una vez cambiara de forma, el ciervo salió huyendo.

Sorprendida me giré en busca de la mirada de mi padre, quien tal y como yo me encontraba sus ojos anonadados me observaban a lo que él tampoco entendía que había ocurrido al encontrarse algo lejos de mí.

Por lo que, tras algunos segundos luego de analizar la situación, tras reír exclamo — bien, la tercera fue la vencida, pues nos ha quedado bien en claro que Aysun no está hecha para matarlos a ellos por más fuerte que sea, al menos no cuando tu celo se acerca — indicó mientras levemente dirigía sus ojos hacia el cielo.

— ¡Padre! — volví a recalcar a aquella singular palabra que nunca se apartaba de mi boca, curiosamente siempre que él y yo nos encontrábamos cerca.

Poniéndome de pie me rendí, ya que llevaba tres cazas seguidas sin poder capturar, de paso ya me sentía inútil y cansada más aún, pues no era la primera vez que esto sucedía.

— No entiendo por qué tiene que ser así — increpe siendo consciente de que nada más podía hacer.

— No tienes que entenderlo, la madre ha dictaminado que por ahora no debes de cazar nuevamente, así que debes de esperar a que todo transcurra, es tan simple como ello.

Papá sabía por qué lo decía, de ello no me cabía duda, pero para mí realmente era algo bastante desalentador y molesto de vivir.

Desde hace algunos años ya esto ha venido sucediendo durante los días que no hay luna y mi celo se encuentra en su etapa crucial, aunque si reconozco que sé que, aunque las fuerzas de los lobos disminuyen durante este periodo, las mías no solo lo hacen, sino que aparentan abandonarme de lleno completamente.

— Pero entonces qué comeremos, si hace poco dijiste que no quedaba nada ya.

— Pescado y conejo es lo único que por ahora podemos capturar, ya de eso me encargaré yo y si bien la madre nos permite comer algo mejor, pues ya veré si puedo cazar durante el transcurso del día.

Ante su proclamación preferí no emitir ni una sola palabra, pues, mi orgullo nuevamente se encontraba bastante herido más, sin embargo, a mi padre me acerque, de sus manos tome mi abrigo y en silencio atravesé la espesura hasta llegar al río.

A horillas del mismo apreté aquella chaqueta con fuerza entre mis manos, mi rabia la contuve tanto como pude, pero el peso que aquello a mi alma inquieta proporcionaba no tenía comparación.

Al principio todo parecía ser un caso aislado donde simple y llanamente cazar se me había hecho complicado, con ello inició la primera vez que esto ocurrió, más, sin embargo, no fue lo único, a medida que las semanas iban avanzando y los años transcurriendo mis habilidades se fueron opacando hasta solo quedarme medianamente el retomar mi piel animal cada que los días sin luna aparecían.

— No te sientas triste Aysun, pronto pasará esto y lo sabes — dijo tras acercarse colocando su mano derecha con notable suavidad sobre mi hombro izquierdo intentando así consolarme.

— Padre, un lobo sin cazar, no es lobo y lo sabes.

— Sí, pero en este caso me tienes a mí, no estás sola y mientras todo esto pase y vida tenga te prometí que iba a cuidarte cosa que pretendo hacer hasta el final de mis días.

Papá apartó su mano por un momento aparentemente para pensar y sosteniéndome por los hombros, ahora desde la espalda me estrechó contra su pecho proporcionándome de paso un abrazo cálido y fraternal.

Tras un momento las lágrimas, aunque intentaba detenerlas, buscaron escapar de mis ojos, ante mi indiscutible debilidad valla que lo hicieron, porque ¿Qué soy yo sin mi naturaleza animal? Más allá que una aberración de la propia creación sin lugar aparente en el mundo.

Por un momento, mientras nos encontrábamos allí el silencio guardamos, entre tanto, aquel estrecho del río contemplamos serenamente, dejándonos seducir por el sonido de sus aguas.

La majestuosidad del mismo era alucinante, su hermoso y tan excelso verdor que el propio bosque ostentaba hacía extremadamente contraste con la cristalinidad del agua, salvo por una sola cosa que saltaba a todo lo ya conocido.

— Los humanos no van a aprender nunca; qué necesidad hay de tirar tales cosas — cuestione a mi padre, quien por encima del hombro me miró confundido.

— ¿De qué hablas? Aysun.

— Pues de aquello — indique mientras señalaba indignada en dirección a una zona en específica dentro del canal, una boya aparentemente hecha de basura flotaba abiertamente casi hacia el centro de aquella vena, la cual se había quedado varada a causa de una roca en la cual se había casualmente enganchado.

— No tienen remedio, por eso ellos mismos están probando su propia suerte y están anteponiendo su propia extinción — exclamó mi padre algo airado.

A mi padre ver a aquello le molestó grandemente, el enojo se percibía salir de él a través de sus poros, porque si hay una cosa que él no tolera es que abusen en exceso de la propia naturaleza.

— Ya que estamos aquí aprovechemos y saquémosle del agua — dije de continuo cosa, la cual una vez aquel escucho no se permitió pensar dos veces cuando de manera instantánea empezó a deshacerse de una parte de su ropa para así entrar al agua tras haber apartado la mochila de su espalda la cual colocó en un rincón sobre una roca para que se mantuviese está lo más seca posible.

Mirando lo que aquel hacía yo también empecé a quitarme una parte de las prendas que llevaba puestas pues limpiar y de paso pescar sabía de antemano que nos llevaría algo de tiempo realizar mientras que él avanzaba y gradualmente entraba al agua.

Ya para cuando yo finalmente ingrese papá se encontraba justo al lado de la dichosa bolla e incluso de ella había extraído una bolsa con algunas cosas que había recogido y llevado de paso hasta la orilla, pero cuando se dignaba a recoger en su segunda vuelta parte de aquella misma basura tras este haber movido un poco aquellos desperdicios papá sorpresivamente se tornó pálido de la nada.

Yo de lejos lo observaba y sabía con solo contemplar su manera de actuar que algo fuera de lo normal había sucedido.

— Padre, estás bien — grité en busca de una respuesta, pero de él no salió nada, ni siquiera la más mínima expresión.

*** Bueno chicos se avecina una inesperada sorpresa, veremos como todo avanza y si Varyan seguirá provocando a Aysun.

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