Elena
El lugar olía a humedad y metal oxidado.
Cuando Elena abrió los ojos, estaba encadenada a una estructura de piedra, en lo que parecía una cámara subterránea. Las paredes estaban marcadas con símbolos antiguos, oscuros, grabados con precisión. En el centro, una antorcha iluminaba con llama púrpura.
Sintió un hormigueo en los dedos. Su magia seguía apagada.
—Estás despierta —dijo una voz femenina desde las sombras.
Una mujer apareció. Era alta, de cabello blanco como la luna y ojos de un color verde como esmeraldas.
—¿Quién eres?
—Soy parte de lo que fuiste negada a conocer. De lo que te robaron. Somos sangre.
Elena la miró con desconfianza.
—¿Otra bruja del aquelarre?
—La última que quedó libre… hasta ahora. Tu padre te buscó por años, Elena. Él no te abandonó. Te escondieron de él. Y ese ángel caído al que buscas… lo sabía.
Las palabras le perforaron el pecho.
—¿Estás diciendo que Amadeo… sabía quién era mi padre?
—Sabe más de lo que te dijo. Pero no es el único con secretos.
La