—Le pido disculpas anticipadamente por la crudeza de mis preguntas, doncella. Ninguna será hecha con la intención de herirla, aunque he sido bien advertido de la torpeza de mis expresiones y es difícil para este anciano cambiar su naturaleza.
Munira no pudo evitar sonreír cuando una oleada de nostalgia invadió su mente. Los recuerdos borrosos de su madre relatando antiguas historias frente al fuego de pronto se volvieron claros como el agua de un río de montaña. Despegó su mirada cargada de tristeza del fuego para observar al Mago. Había algo en los ojos oscuros de Zhadli que la inquietaba, como si estuviera observando los ojos de un espíritu, un par de ojos que no le pertenecía. Pero a la vez algo en el fondo de ellos le inspiraba una desconocida confianza. Era como si un velo los cubriera.
—Mi madre hablaba mucho de las Lamias cuando yo era pequeña ¿Sabes, Mago? Las Lamias también viven en bosques. Las raíces de los árboles todo lo saben, en ellas se guarda celosamente la informaci