Zarah seguía sin comprender el impulso que había poseído a su esposo mientras lo observaba buscar frenéticamente entre las páginas de los libros que habitaban su selecta biblioteca. Tabar sintió una punzada atravesar su cabeza cuando al fin dio con el dibujo que había irrumpido en su mente minutos atrás. Se trataba de un boceto hecho a mano por Djamila. La fecha, borrosa en la esquina inferior de la página, le reveló que tenía al menos veinticinco años. Luego de observarlo unos segundos con inquietud se lo extendió a Zarah con manos temblorosas.
—No sé porqué no lo recordé hasta ahora... Lo he visto cientos de veces y nunca le presté atención. Esa… Esa es la mujer con la que soñé.
—¿Quién es?—Zarah sostuvo el frágil dibujo entre sus manos con delicadeza. El pasar de los años había hecho estragos en las esquinas del papel y parte del retrato había desaparecido, pero aún se veía con claridad el rostro de la mujer, su sonrisa cálida parecía desbordar la imagen. Su cuello y sus manos es