“¿Has oído hablar de la canción del Dragón y el Sol, pequeño príncipe?” la voz grave de una mujer susurró en el fondo de la mente de Tabar “Pues dejame enseñarte la última estrofa…”. Los párpados del Señor de Dragones se abrieron repentinamente aunque no sin dificultad. Su cabeza daba vueltas a causa del resabio del elixir en su cuerpo. Sintió por un segundo el temor de que todo lo que había sucedido la noche anterior hubiera sido un sueño. Pero entonces el cuerpo cálido de Zarah se revolvió entre sus brazos. La atrapó con más fuerza, atrayéndola, para sentir el aroma a jazmines salvajes y miel inundando sus pulmones. No pudo evitar sonreír ante los suaves quejidos de su esposa.
—¿Qué haces despierto, Tabar? Apenas está saliendo el sol…—Tabar besó con dulzura la nuca de Zarah sin dejar de sonreír. Aún no podía creer que la tenía entre sus brazos.
—El sol ha salido hace horas, querida mía. Ya ha pasado el mediodía.—Zarah se incorporó de repente sólo para comprobar, al mirar por los v