Anya preguntó por la reina y de inmediato la dejaron pasar para hablar con ella por el hecho de que dejó en claro que la dejaran pasar al instante. Anya había dejado su credencial de trabajo en el taxi por si Zair quería buscarla y esa cosa tuviera un chip. Ya le daba igual todo. Su hijo era primero, nada malo.
—Anya, has venido —dijo Sofía, y la humana se echó a llorar—. ¿Por qué te has puesto así? ¿Qué te hizo Zair?
—Él es muy malo —sollozó—. No quiero verlo.
—Entra. —La dejó pasar—. Amor, ¿puedes dejarme a solas con Anya?
—Claro que sí. —Armin agarró un saco—. Saldré un momento a conocer la ciudad. Nos vemos después.
—De acuerdo —contestó Sofía, y esperó a que su esposo saliera—. ¿Quieres contarme l