La pobre se puso más roja de lo que alguna vez pensó. Parecía un alma que apenas conocía el mundo. Pasó sus dedos por la húmeda entrada de Anya, casi lista para recibirlo, pero primero debía prepararla bien para que no sintiera tanto dolor. Metió un dedo, y la tuvo que aprisionar contra la cama para que no huyera y hacer lo que mirara. Su erección no ayudaba debido a que de vez en cuando chocaba con la pierna de la humana.
—Puede ser que te duela un poco al inicio. —Metió otro dedo—. Sin embargo, te aseguro que estarás disfrutando esto más de lo que piensas.
—Ya duele como los mil infiernos. —Fingió llorar—. Saca tus dedos. Estaré bien si lo metes.
—No quiero lastimarte. —Los movió de modo cuidadoso en tijeras—. Déjame prepararte como se debe. —Dejó un casto beso en sus labios—. T