DOMINIK
Era sorprendente lo que unos medicamentos bien ajustados podían hacer por mi salud, y con un par de días ya me sentía bastante mejor.
No sé cómo, pero Ulrik consiguió una invitación para la fiesta de compromiso de Harvey Fox, socio de nuestra empresa, y así fue como los seis, mis padres, él con su secretaria, y Blair y yo terminamos en mi avión privado rumbo a San Diego.
La fiesta era en el Hilton, y cada uno llegó a su habitación reservada.
—¿De verdad te sientes bien? —inquirió Blair cuando nos arreglábamos—. Parecías distraído.
—Estoy bien. Me he tomado mis medicinas, y tú te ocupas que coma mis cinco comidas, ¿no, mamá?
Ella sonrió, esa sonrisita socarrona que rozaba la barrera entre «eres un pillo» y «no me jodas» que tanto me gustaba explorar.
Me acerqué y la abracé por la cintura.
—Este vestido te queda espectacular —murmuré cerca de su oreja y recosté un poco de mi peso sobre ella—. Mi preciosa prometida será el alma de la fiesta.
—Esa debería ser la prometida del anfit