BLAIR
Esa tarde fui a buscar a Ray de la escuela y lo llevé al apartamento, donde aún estaban los padres de Dom y su amigo Ulrik.
Cenamos, y Klaus y Selma se retiraron. Ray se fue al cuarto con Dom, y supe que no dormiría sola esa noche, y Ulrik se quedó lavando la loza y limpiando todo.
De alguna manera me parecía intimidante; y no, antes de ser considerada una racista, no era por eso. Era un tipo tan alto como Dom o Andrew, lleno de músculos por todas partes, pero algo en su mirada me intimidaba. Me sentía estudiada, pero de una manera diferente a la que los amigos de mi prometido y sus parejas lo hicieron cuando nos conocimos. Él era diferente.
Me acerqué a la cocina para guardar los posavasos, en silencio, y casi quise salir corriendo de ahí en un segundo.
—Señorita Blair, ¿te asusto de alguna manera? —preguntó de pronto, lo que me sobresaltó, y tardé un par de segundos en mirarlo.
—¿Por qué dices eso?
Él sonrió mientras se secaba las manos.
—Creo que a veces tengo esa particular