BLAIR
El abuelo no puso pegas a que Dom y yo saliéramos con Ray por la tarde. El nene lloró por la mañana, pero el resto del día lo pasó sorprendentemente bien, y cuando llegamos a buscarlo a la casa se veía muy animado, nos abrazó y subió feliz al auto con su mochila.
Por el camino fue relatando cómo se dio cuenta de a dónde iba el auto, y también le decía a Dom que prestó atención a todo, tal como él le indicó, incluso a los olores. El pelirrojo lo felicitó varias veces, parecía contento, y llegamos al centro comercial. Entre ir al parque, al cine o a las atracciones y la feria, Ray eligió el cine, pues había una película que quería ver.
Luego de verla, terminamos caminando un poco por el lugar y tomándonos, o tomándole, fotos, para después ir a cenar a su restaurante favorito. Tras todo eso, más o menos a las nueve, llegamos al apartamento de Dominik, y entre que Ray se bañara y se fuera a dormir, un par de cuentos y algunos mimos, se hicieron las diez y media.
Un rato más tarde, y