BLAIR
Fue cosa de un milisegundo, pero sentí que la vida me pasó ante los ojos, todo lo que hice y dejé de hacer, el frío y el terror mientras caía; sin embargo, de repente, fui tacleada por algo desde un costado, y terminé rebotando contra un cuerpo grande que soltó un quejido cuando pegó contra la pared, aunque me apretó con todas sus fuerzas.
Un ligero malestar se regó en mi costado y miré hacia arriba por instinto. Fue entonces cuando lo vi: semblante sereno, pero en sus ojos brillaba la auténtica preocupación.
—¿Estás bien?
Su pregunta bailó en mi cabeza por larguísimos segundos, y sentí que la cabeza me daba muchas vueltas.
—Me duele el tobillo —murmuré apenas—, sentí que se torció…
Apreté los labios y de repente empecé a temblar. Dominik asintió y tiró la vista abajo, donde un instructor se preparaba para subir y varios empleados y clientes ayudaban a sostener la cuerda que nos mantenía arriba.
—¡Se torció el tobillo! —exclamó el pelirrojo—. ¿Pueden soltar poco a poco el anclaj