74. La huida.
Mi teléfono cayó de mis manos, golpeando el borde de la cama y rodando por el suelo. Prácticamente entré en pánico, porque sabía de lo que era capaz Máximo. Aunque no había estado completamente metida en sus negocios, podía percibirlo: la forma en la que hablaba, la forma en la que resolvía sus problemas. No por nada se había convertido en el líder de *La Cofradía*; era un hombre de armas tomar, y ahora que yo lo había traicionado, estaba completamente segura de que vendría dispuesto a matarme.
Bueno… porque era muy ingenuo de mi parte pensar que Nicolás no se había enterado de que yo había ido a la estación de policía con Santiago, y Samuel debió de habérselo dicho. Debió haberle dicho que no solo lo había abandonado, sino que había ayudado a la policía. Seguramente Máximo vendría con todo su ejército, con todos sus hombres, por mí, para acabar conmigo y con Santiago.
El miedo comenzó a trepar con tanta fuerza por mi estómago, que, arrodillada en el borde de la cama, apenas podía res