61 El sacrificio.
El sacrificio
No hablamos mucho en el camino a la cafetería. Dejé mi bata de científica sobre el asiento trasero, junto con las pastillas.
Santiago observó cómo tenía constantemente los puños apretados, así que dejó su cálida mano sobre la mía.
— ¿Estás sintiendo ansiedad? — me preguntó.
No tuve más opción que darle la razón, porque eso era justamente lo que estaba sintiendo: una extraña sensación de ansiedad.
— Si quieres, entremos a una farmacia y compremos un par de dosis de Serexor, para que disminuya los síntomas de ansiedad. Para eso la creamos, para eso la creo Samuel. Ha ayudado a millones de personas.
Santiago no tenía que contarme sobre el medicamento, lo conocía muy bien. Lo conocía tan bien que estaba destinada a destruirlo completamente. Así que negué. Solamente tomé una dosis del medicamento para el insomnio.
— La ansiedad no va a crecer más, pero me preocupa — dije — Escuché cómo Abelardo les decía a los científicos de esa bodega que debían aumentar las dosis de L3