49. Suya.

suya

No me parecía que estar sola con Santiago fuera una buena idea. La última vez que estuve sola con él, había intentado seducirme, y las palabras de aquel brasileño de la Cofradía recorrieron mi cabeza mientras avanzaba hacia la oficina que el mismo Santiago me había dado dentro del laboratorio. Tal vez yo debía hacerlo; tal vez debía seducirlo, debía aprovecharme de que él aún sentía cosas por mí — que era evidente que Santiago todavía sentía cosas por mí — . Pero, ¿qué pasaría entonces con mis sentimientos? ¿Yo lo enamoraría? ¿Pero estaba enamorada de él? Y aquello me destruiría a mí también; destruirlo me destruiría, estaba completamente segura. Pero algo tenía que hacer.

Cuando entramos a la oficina, aquel lugar parecía estéril y sin vida. Yo no había querido ocuparla; me gustaba más estar directamente en el laboratorio, interactuando con los científicos, con las muestras, con el trabajo de campo. Así que la oficina estaba completamente vacía y solitaria, incluso tenía un extr
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