41. Primera dosis.
Sostuve la pastilla en mi mano un largo rato. No la necesitaba para dormir; de hecho, el cansancio acumulado que tenía en el cuerpo me pesaba sobre los hombros como si llevara un lastre que me empujara hacia abajo. Pero tal vez era lo que necesitara. Sabía que la Cofradía, el siguiente día, me preguntaría al respecto, me pedirían resultados, dirían que les muestre qué era lo que estaba haciendo para que pudieran conseguir lo que estaban buscando.
Yo sinceramente no sabía qué decirles, porque primero tenía que hacer que Santiago confiara en mí lo suficiente como para que aceptara cambios en el medicamento para controlar los síntomas de abstinencia. Y eso no sería para nada fácil. Primero debía ganarme un puesto en la organización, salvándolos de la quiebra a causa del medicamento del sueño.
Pero si no podía avanzar sobre eso, ¿cómo podía asegurarles que en efecto iba a lograr lo que ellos necesitaban? Era algo muy grande, muy peligroso, era algo difícil de hacer, algo que podría traer