40. Bajo presión.
Me detuve al inicio de las escaleras cuando Máximo me habló. Apreté con fuerza la botella de agua. En ese momento, las tensiones que estaba comenzando a acumular en mi cuerpo — estaba segura — me pasarían factura un día de estos. Una persona no podía estar bajo tanta presión sin ninguna consecuencia, y parecía que las consecuencias que iban a llegarme a mí por estar metida en todo eso serían más grandes de lo que quisiera aceptar.
Prácticamente con los ojos acuosos, me volví hacia donde estaba Máximo. El hombre dejó la copa de vino sobre la mesa, frente a la chimenea, y se sentó pesadamente en el mueble.
— ¿Dónde está Maximiliano? — pregunté.
— En el parque — dijo — . Tenía ganas de salir. Lo envié con unos cuantos guardaespaldas.
Apreté los puños. La verdad, con todo lo que estaba pasando — la sentencia de la Cofradía, y también el que Santiago estuviera vigilándome — , lo último que quería en ese momento era darle la oportunidad de que tal vez pudiera encontrarse con mi hijo…