Cap. 89: Deuda saldada.
El hospital tenía ese olor estéril, a lejía y cansancio, que se impregnaba en la ropa y en los huesos. Marie cruzó las puertas automáticas con el alma arrugada. Llevaba horas sintiendo que cargaba un fracaso más en la espalda.
No había conseguido el dinero. No había conseguido nada.
El ascensor subía lento. Cada piso era un recordatorio de todo lo que no pudo hacer. Al llegar al tercer nivel, caminó directo hacia la habitación de su madre, con la bolsa de frutas que siempre traía a escondidas. Un gesto tonto, casi simbólico. Algo que no pesaba, pero representaba su voluntad de seguir luchando.
Al empujar la puerta… el cuarto estaba vacío.
La cama tendida. Las sábanas cambiadas. El perchero sin suero.
Marie sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—¿Mamá? —murmuró con voz trémula.
Salió al pasillo, con la bolsa colgando floja de una mano, como si ya no recordara por qué la llevaba.
Una enfermera pasó por delante.
—Disculpe… ¿mi mamá? La señora Emma Smith.
La enfermera la miró sin ur